Japón busca adaptarse a la inflación y toca el mayor punto de inflexión económica en 30 años 3n5557
El regreso de la inflación debía restablecer una economía normal'. Pero el camino ha sido accidentado para consumidores y empresas. 6x5nf
En su estudio más reciente de los hábitos alimenticios del país, el gobierno japonés descubrió algo perturbador. Los adultos de esta nación próspera y sana estaban ingiriendo el menor volumen diario de verdura desde 2001.
¿El motivo? La inflación. A comienzos de marzo los precios de tres ingredientes clave de un plato tradicional nipón -repollo chino, puerro y zanahoria- se encontraban respectivamente un 227, 167 y 140 por ciento por encima de su promedio de largo plazo. El coeficiente Engel, que mide la comida como proporción del gasto hogareño, había llegado al máximo en 43 años.
La decisión colectiva de reducir las verduras fue adoptada en tanto el país atraviesa lo que para algunos es el mayor punto de inflexión económico en 30 años: la tan anunciada "normalización" de la relación de Japón con el dinero luego de un largo período de precios estancados y crecimiento moribundo.
Aunque muchos otros países se esfuerzan por contener la inflación, en Japón alentaron su retorno, al menos de parte del banco central (BoJ) y específicamente a través del consumo y el crecimiento. En marzo de 2024 el BoJ abandonó las tasas negativas por primera vez en 17 años, y desde entonces las subió dos veces. La entidad dio a entender que de manera gradual llevará las tasas del 0,5% que es su nivel actual a un inimaginable 1 por ciento.
El objetivo es fomentar un circulo virtuoso de subas de precios y salarios que podría estimular la demanda y generar crecimiento moderado y firme. Pero a pesar de algunos indicios positivos, ha sido una experiencia agitada. En julio pasado la pequeña suba de 0,25% en las tasas de interés provocó una caída diaria récord en el mercado de valores de Tokio. Y los aumentos están agregando presiones desconocidas sobre todos, desde tenedores de hipotecas a directores ejecutivos conforme los accionistas empujan a las empresas a adoptar grandes cambios estructurales.
Aunque el indicador general de la inflación que excluye la energía y los alimentos frescos muestra que los precios crecen a niveles constantes -2,4% en enero-, la aceleración del costo de la comida alimenta la percepción de que el ritmo general es más rápido. Lo cual estimula el temor de que el intento de Japón de normalización termine generando el tipo "incorrecto" de inflación.
Si bien las compañías están subiendo los salarios a niveles casi históricos, no siguen el ritmo de los precios de consumo. Y en vez de gastar más, los consumidores sienten el dolor y procuran ajustarse.
"Cuando vas a comprar comida todo está un poco más caro", dice Ritsuko Ikeda mientras compra verdura en el distrito Sangenjaya de Tokio. "Hace un par de años los comercios y las empresas de alimentos se disculpaban cuando subían los precios, pero ahora no parecen lamentarlo: simplemente aumentan".
Son realidades desconcertantes para muchos japoneses, opina Naomi Fink, estratega mundial en jefe en Nikko Asset Management. "La experiencia de años importa. Pero las expectativas pueden quebrarse súbitamente".
"Ahora estamos en el punto de impacto -agrega-. Aunque (la inflación) sea de 2 por ciento, para los hogares japoneses es una conmoción".
El gran punto de quiebre en Japón sucede junto con una confluencia extraordinaria de presiones. La geopolítica hizo subir los precios de la energía además de la comida, dos sectores donde abundan las importaciones. En parte por la tendencia empresaria e institucional de los japoneses de invertir en el exterior, el yen ha venido debilitándose a lo largo de un período prolongado. Y la tasa de contracción poblacional del país se acerca al promedio de dos personas por minuto, lo que reordena la manera en que las empresas piensan a largo plazo la oferta laboral y el deber histórico de mantener bajo el desempleo.
De manera más amplia, los posibles episodios de volatilidad con divisas y la amenaza de un freno económico en Estados Unidos agregan incertidumbre. Por lo tanto, ¿este prolongado roce japonés con la inflación representa una novedad en la historia económica? ¿Es esencialmente positivo para el país, para los hogares y las compañías que decidirán el destino económico nipón?
Mientras Japón se encaminaba a iniciar un nuevo año financiero el 1° abril se percibía una sensación de fragilidad, opinaron ex funcionarios del banco central y economistas del sector privado.
"Sí, los cambios son históricos. Sí, podría ser uno de los momentos más significativos en la historia de la economía japonesa", señala Masazumi Wakatabe, ex subdirector del BoJ, ahora en la Universidad Waseda. "Aun así, haría hincapié en lo de la incertidumbre".
La travesía de Japón hasta aquí ha sido larga y tortuosa. Desde mediados de los años 90 la entonces segunda economía del mundo detrás de los Estados Unidos se caracterizaba por la persistencia de los precios estables, una política monetaria ultra expansiva y limitados aumentos de salarios.
Hogares y empresas reducían costos, acumulaban efectivo y se mantenían trabados en la suposición de que, sin importar lo que intentaran las autoridades, no había un círculo virtuoso en el horizonte. El período de la Abenomics entre 2013 y 2020 aplicó estímulos fiscales y monetarios sin precedentes contra el problema de la deflación, pero no puedo resolver plenamente la cuestión.
El gusto japonés por ahorrar tenía sentido cuando los precios caían porque no había contras en retener dinero. Ahora sí existen. "La toma de decisiones y el comportamiento racional son muy diferentes en medio de la deflación o cuando se está saliendo de ella", dice Tomochika Kitaoka, estratega macro en Nomura Securities. Su opinión es que el triple impacto de la suba de precios, salarios y tasas de interés afecta a "cada rincón de la sociedad, desde el ciudadano común a las compañías más antiguas".
A muchos analistas les gusta definir al Japón de 2025 como una "economía de alta presión" en la que la dinámica de precios y salarios se derrama a la economía real. Este mes de abril el país cumplió tres años completos con una inflación núcleo en los precios al consumidor, que excluye alimentos frescos pero toma en cuenta la energía, en torno a la meta del 2% fijada por el BoJ.
En enero, la inflación núcleo llegó al máximo en 19 meses de 3,2%, en gran medida debido a que el promedio de los precios del arroz tocó el nivel más alto que se registre. Para calmar la situación, en marzo Japón empezó a rematar arroz de su reserva estratégica por primera vez en la historia, aunque los encargados de los supermercados dudan que vaya a surtir efecto, ya que no impedirá que lo acumulen los mayoristas ni los obligará a bajar los precios.
Al mismo tiempo están subiendo los salarios, cierto que en el plano nominal, y en parte estimulados por la escasez de mano de obra que es consecuencia de la contracción poblacional de Japón. El año pasado las subas salariales alcanzaron los máximos en decenios, y la tendencia se mantiene. Un estudio entre 11.000 compañías a cargo de la firma de investigaciones Teikoku Databank detectó que el 62 por ciento de las empresas niponas declara su intención de subir salarios a partir del nuevo año fiscal. Semanas atrás la Confederación Sindical de Japón reclamó aumentos del 6,09 por ciento en las negociaciones salariales de la primavera (boreal), la mayor demanda de ese tipo en 32 años.
Luego de años de aguardar su momento, el BoJ se mantiene cauto, en especial porque los salarios reales cayeron 0,2 por ciento en 2024. Pero el director Kazuo Uedo parece encaminado a continuar con la normalización. Tanto los mercados como muchos economistas presumen que el BoJ subirá las tasas al menos una vez más este año, y algunos apuestan que habrá otro aumento del 0,25 por ciento en fecha tan temprana como julio. Una cantidad significativa también cree que las tasas seguirán subiendo hasta el 1,25 o 1,5 por ciento.
Pero será un delicado ejercicio de equilibrio, aclara Takeshi Yamaguchi, economista en jefe para Japón de Morgan Stanley MUFG Securities; su impresión es que la próxima suba llegará en septiembre. "Mi única gran preocupación se refiere a la comunicación del BoJ -advierte-. Si empiezan a subir las tasas a un ritmo trimestral no creo que el mercado de capitales esté preparado para esa inyección de aumentos".
El impacto que tendrá en los hogares japoneses es una preocupación de todos, especialmente el gobierno y el Banco Central, acota Fink. Al aprestarse para la normalización, el BoJ se ubicó a propósito detrás de la curva, señala Fink. Permitió dos años en los que la inflación núcleo y la general se acercaron a sus metas antes de tomar medidas, con la esperanza de que los hogares tendrían tiempo para adaptarse.
Hay algunos indicios de que esa política ha funcionado. Aunque las subas de precios obligaron a muchas compañías a aumentar salarios, hubo una demora en la que los hogares no pudieron ahorrar tanto como durante la deflación. Y justo cuando las personas se percataron de que para sobrevivir necesitaban grandes rendimientos en sus ahorros, los valores de los activos -incluidas acciones nacionales o estadounidenses- estaban subiendo.
"Eso ayudó a reintroducir el concepto del valor temporal del dinero", opina Fink. Se refiere no sólo a la pérdida de poder de compra con tasas de interés nulas sino también al costo de no haber aprovechado los rendimientos positivos. Los bancos virtuales compiten para quitar clientes a las entidades tradicionales empapelando por todos lados avisos de cuentas de ahorro con tasas del 0,4 por ciento, minúsculas comparadas con las de muchos otros países, pero un cambio notable para la población nipona.
Mientras tanto, el sector de istración de activos se moja los labios ante la posibilidad de que al menos parte de la enorme masa de ahorros de u$s 7,4 billones de Japón se canalice a fondos comunes y otros productos de inversiones. En enero de 2024, con un notable sentido de la oportunidad, el gobierno japonés amplió drásticamente el límite permitido en los planes de ahorros Nisa protegidos de impuestos, que se basan en las cuentas de ahorro individual británicas (Isa).
La relación de activos hogareños nipones contra papeles o fondos de inversión se ubica en el 20%, indican datos del BoJ. Aunque muy lejos del 50% de Estados Unidos y del 30% de Europa, el nivel es aproximadamente el doble de hace un decenio. Las compras netas de títulos japoneses por familias o fondos de inversiones nativos a partir de la expansión de los Nisa superó el billón de yen (unos US$ 6.800 millones), señala Nomura.
Pero los riesgos siguen siendo considerables, advierte Wakatabe. "El BoJ continúa hablando del círculo virtuoso, pero todavía no estamos allí. Los hogares japoneses no gastan. La suba de precios los vuelve más ahorrativos. Hay posibilidades de que inviertan en acciones, pero las familias jóvenes gastan en vivienda y en los hechos están endeudadas. Si aumentan las tasas, la carga será mayor".
Los optimistas ven indicios de que el comportamiento empresarial japonés finalmente está cambiando. Luego de los años de la Abenomics, cuando las compañías se sentían cómodas con sus resultados y el sector empresarial era un ahorrista neto, ahora muchas firmas van camino de descartar activos no esenciales como grandes carteras de bienes raíces, empresas que no tienen vínculos reales con sus actividades principales o proyectos por vanidad, como galerías de arte. El gobierno claramente respalda la consolidación, y no frena la presión a favor de la reforma que plantean los accionistas.
Después de una oleada de fusiones, salidas de la Bolsa y regresos a manos privadas, el de 2024 fue el primer año en el que cayó levemente la cantidad de de empresas que cotizan en el principal mercado de valores de Tokio, una contracción modesta pero que a juicio de algunos analistas anticipa la aceleración del metabolismo empresario. Están creciendo las quiebras, y las empresas zombies son más vulnerables al desplome. Ciertos expertos ven la posibilidad genuina de que la resistencia de Japón a la "destrucción creadora" sea ya cosa del pasado.
"La productividad fue terrible en los años de la expansión monetaria. Las quiebras y las fusiones y adquisiciones estaban neutralizadas, y no se buscaba mayor rentabilidad o innovación", recuerda Martin Schulz, economista jefe en Fujitsu. "El principal argumento a favor de las tasas de interés positivas es que mantiene el movimiento y la flexibilidad del mercado. Necesitamos una economía dinámica en la que aparezcan compañías nuevas y expulsen a las que no tienen espíritu animal".
En un intento por utilizar sus capitales con mayor eficiencia, algunas firmas de los sectores minorista, de la hospitalidad o de producción industrial están invirtiendo para incrementar la productividad, en especial con actualizaciones largamente demoradas en IT.
Pero resulta revelador que muchas de sus inversiones sigan concentradas fuera de Japón. "Hay pesimismo sobre las perspectivas del mercado interno nipón. Las compañías no ven al país como una economía en crecimiento, así que todos estos comentarios sobre subas de salarios no son representativos", dice Wakatabe. "Tienen que mostrar algún tipo de respuesta al nuevo entorno inflacionario, y suben los salarios de los jóvenes pero le pagan menos a los empleados de mediana edad. Ni siquiera ahora quieren aumentar el costo total de RR.HH".
Algunos dudan de que vaya a llegar de verdad un punto de inflexión para la economía japonesa, o que la salida de la deflación sea motivo de festejo. Takehide Kikuchi, economista en el Instituto de Investigaciones Nomura, advierte que es prematuro declarar que Japón está de verdad normalizado.
"El consumo es muy débil", apunta Kikuchi, y señala que la inflación sigue empujada por los costos y que el crecimiento de los salarios reales no alcanza para convertir a las familias en gastadores confiados. Muchos observadores presumen que el BoJ seguirá pintando el cuadro de una economía que pretende volver a la normalidad. Pero entre los que deben atravesarlo, el proceso es cualquier cosa menos normal.
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